REDACCIÓN 'EL OBSERVATORIO'
El diario británico Insider ha analizado escrupulosamente el contrato que la compañía del submarino, 'OceanGate Expeditions', entregó a un cliente que finalmente se negó en rotundo a viajar con ellos tras conocer las inquietantes condiciones a las que se enfrentaba si intentaba llegar hasta el famoso trasatlántico. Un documento en el que se podía leer que su 'supersubmarino' de reducidas dimensiones sólo había tenido éxito en un 14 % de las veces que había intentado alcanzar la profundidad de los casi 4 kilómetros a los que se encuentra el Titanic.
Del mismo modo, este tabloide digital habla del trato por escrito que la propia empresa de actividades subacuáticas daba a su batiscafo: "nave experimental". Por no hablar de que 'Oceangate' dejaba muy claro en el papel que les hacían firmar a sus clientes que el Titan no contaba ni con certificaciones ni aprobaciones oficiales de seguridad expedidas por organismo regulador alguno. Un sumergible que, según consta en este documento, había sido construido con "materiales que no han sido ampliamente utilizados para sumergibles tripulados" -una combinación un tanto extraña en ingeniería estructural, compuesta de titanio y fibra de carbono-.
Como recoge Insider, Rob McCallum, quien brindó servicios de consultoría para 'OceanGate', había planteado ya inquietantes irregularidades de seguridad en 2018 al fallecido CEO de la compañía, Stockton Rush -arriba, en la foto-. McCallum ha dicho al citado medio que el enfoque de ingeniería de la compañía era "ad hoc" y "en última instancia, inapropiado", pero que desoyeron sus señales de alerta.
Brian Weed, un ex pasajero del Titan, ha explicado a Insider que el submarino falló en una inmersión de pruebas en 2021 porque sus propulsores dejaron de funcionar. Se pararon en seco y estuvo atrapado bajo el agua durante más de dos horas y nunca llegó a más de 100 pies de profundidad.
Terrorífico ejemplo
Por su parte, el New York Times ha desvelado cómo desde la empresa llegaron a explicar a sus tripulantes la posibilidad de que se produjera una implosión submarina -lo que finalmente ocurrió-. Según Bill Price, quien viajó con 'OceanGate' previamente a la catástrofe, esta usó una lata de refresco aplastada por un mazo para ejemplificar lo que podía llegar a pasarles en la inmersión. Este millonario californiano también ha detallado que los responsables compararon la presión que podría afectar al sumergible con la de un elefante apoyado sobre una pata aguantando sobre sus hombros a otros 100 elefantes más.