REDACCIÓN 'EL OBSERVATORIO'
En un evento astronómico excepcional que solo ocurre cada 71 años, el "Cometa Diablo", oficialmente conocido como 12P/Pons-Brooks -pues fue descubierto en 1812 por el astrónomo Jean-Louis Pons-, se acercará a la Tierra en 2024, convirtiéndose en un espectáculo luminoso que dejará a todos boquiabiertos.
Este coloso cósmico, con un diámetro tres veces mayor que el Monte Everest, ha sorprendido a los científicos con dos fracturas internas en los últimos cuatro meses, arrojando al espacio unos asombrosos 10 mil millones de kilogramos de polvo y hielo.
El Cometa Diablo, apodado así debido a su apariencia con "cuernos", está compuesto por una mezcla de hielo, polvo y gas, siendo categorizado por los astrónomos como un criovolcán. Este gigante espacial hará su aproximación más cercana a la Tierra el 21 de abril de 2024, a una distancia mínima estimada de 232 millones de kilómetros. Un evento que no volveremos a presenciar hasta el año 2095.
Sin embargo, es importante recordar que el cosmos es impredecible, y aunque los expertos descartan un riesgo inminente, algunos podrían preocuparse por las consecuencias imprevistas de la visita del 'Diablo'. Los peligros potenciales, aunque poco probables, incluyen la perturbación de satélites en órbita, impactos secundarios en otros cuerpos celestes y fenómenos atmosféricos anómalos. Si bien estos riesgos se consideran extremadamente bajos, la comunidad científica y las agencias espaciales de todo el mundo estarán vigilando de cerca el paso del cometa para garantizar la seguridad de la Tierra.
Los cometas, en contraste con los asteroides, se caracterizan por su composición y su cola alargada, lo que ofrece un espectáculo fascinante para los profesionales y amantes de la astronomía. Y en este caso, se podrá admirar sin necesidad de instrumentos especializados.
En el pasado, la Tierra ha sido testigo de encuentros igualmente asombrosos con cometas notables, como el famoso Cometa Halley, que visita nuestro 'vecindario' cósmico aproximadamente cada 76 años. O también el Cometa Hale-Bopp, que dejó una impresión imborrable en 1997, siendo uno de los cometas más brillantes del siglo XX.